(La frase que da título a este artículo no es mía, la puedes leer aquí, de donde la he tomado prestada: https://computerhistory.org/blog/moores-law50-the-most-important-graph-in-human-history/)
La Ley de Moore nació como una simple predicción de un ingeniero, pero cambió el curso de la historia tecnológica. Desde su enunciado en 1965, ha sido el faro que ha guiado la evolución de los microchips y, por extensión, de casi toda la tecnología digital que hoy nos rodea. Más allá del silicio y de los transistores, su influjo ha moldeado nuestras expectativas de progreso, redefinido lo que consideramos “normal” y empujado a la humanidad hacia un mundo en el que lo imposible se vuelve cotidiano. Revisar sus orígenes y su vigencia actual nos permite entender no solo un fenómeno técnico, sino una parte esencial de nuestra identidad contemporánea. Te animo a que lo leas.
1. ¿Qué es exactamente la Ley de Moore?
La Ley de Moore no es, en realidad, una “ley” en sentido físico: no describe una constante universal ni un principio de la naturaleza, sino una observación empírica (https://en.wikipedia.org/wiki/Moore%27s_law). Fue formulada por Gordon E. Moore, director de I+D de Fairchild Semiconductor, en un artículo publicado en 1965. El artículo original lo puedes leer aquí:(https://www.cs.utexas.edu/~fussell/courses/cs352h/papers/moore.pdf)
Moore observó que, entre 1959 y 1965, el número de transistores que podían integrarse en un chip se había duplicado cada doce meses. En su artículo pronosticó que, si esa tendencia se mantenía otros 10 años, para 1975 un chip alcanzaría los 65.000 transistores. La gráfica donde se detalla esa evolución la puedes ver a continuación. Nótese lo extraño de la escala del eje vertical, es un logaritmo en base 2, una forma muy poco habitual de presentar datos:
Trazando una línea a través de sólo cinco puntos de datos, se aventuró a decir que «con la reducción del coste unitario a medida que aumenta el número de componentes por circuito, en 1975 la economía y la tecnología podría permitir la inclusión de hasta 65.000 componentes en un único chip de silicio«. Esto indicaba que, cada doce meses, se duplicaría el número de transistores integrados en un chip.
En 1975, tras ver cómo el ritmo se mantenía gracias a avances en procesos, fotolitografía y diseño, revisó su predicción: la duplicación sería ahora cada dos años. Esta versión es la que usualmente recordamos hoy. De nuevo, puedes ver aquí su gráfica corregida en 1975 y la fuente original la puedes consultar aquí: https://ieeexplore.ieee.org/document/4804410
Por tanto, la Ley de Moore puede resumirse como: cada ~2 años, el número de transistores en un chip se duplica, aumentando su potencia y disminuyendo su coste relativo.
2. ¿Por qué surgió esta observación?
El contexto de los años 60 es esencial para comprender la audacia de la predicción de Moore. Hasta entonces, la electrónica digital se basaba en válvulas de vacío, sistemas inmensos, caros y poco eficientes. El advenimiento de los transistores y, más adelante, de los circuitos integrados, revolucionó por completo el panorama.
Cuando Moore hizo su primera estimación, basó su pronóstico en datos internos de Fairchild: en apenas unos años, la densidad de componentes por chip había crecido de forma impresionante. Esa “fotografía” de progreso llevó a Moore a plantear que no había razón para no pensar que dicho ritmo continuaría. Pero lo que parecía una apuesta optimista, resultó ser una observación extraordinariamente precisa. Es más: lo que en principio fue un intento comercial — incentivar la venta de chips más densos y potentes — terminaría convirtiéndose en una brújula para toda la industria del silicio en las décadas siguientes.
3. La profecía autocumplida: cómo la industria adoptó la Ley de Moore como meta
Una de las razones por las que la Ley de Moore se ha mantenido vigente durante tanto tiempo es que muchas empresas del sector decidieron usarla no solo como predicción, sino como objetivo. En palabras de quienes la recuerdan: esa famosa gráfica de Moore ha sido llamada “el gráfico más importante de la historia de la humanidad”, que ha dado origen al título de este artículo.
Al convertir ese crecimiento exponencial en un estándar, la industria se alineó para lograrlo: invertía en fotolitografía, nuevos procesos de fabricación, mejoras en materiales, diseño de circuitos más eficientes…, cumpliendo con cada generación la duplicación esperada.
El resultado fue asombroso: chips cada vez más potentes, dispositivos más pequeños, más baratos, y una aceleración de la innovación. Esa dinámica dio paso al ordenador personal, al portátil, al smartphone, a la nube, a arquitecturas complejas. Todos estos avances —hardware, software, servicios— fueron posibles gracias al constante empuje dictado por la Ley de Moore. La versión actualizada de la Ley la puedes ver aquí (https://ourworldindata.org/data-insights/moores-law-has-accurately-predicted-the-progress-in-transistor-counts-over-the-last-50-years), para el período comprendido entre 1971 y 2021:
4. Impacto real: cómo la Ley de Moore ha transformado la sociedad
El crecimiento exponencial del poder de computación no se ha quedado en el laboratorio o en los centros de I+D. Sus efectos se han extendido hasta lo más cotidiano. Algunas de las transformaciones más evidentes son las siguientes:
- La miniaturización y abaratamiento de la electrónica: lo que antes ocupaba salas enteras —ordenadores, servidores— ahora cabe en la palma de la mano (smartphones, tablets), algo inimaginable hace unas décadas.
- Computación asequible y ubicua: gracias a chips más potentes y económicos, la informática dejó de ser patrimonio de unos pocos. Hoy, la mayoría de nosotros llevamos en el bolsillo una potencia informática que hace 30 años habría costado decenas de miles de euros.
- Innovación en servicios, conectividad, almacenamiento y datos: el aumento de capacidad permitió que surgieran Internet, la computación en la nube, el big data, la inteligencia artificial, los servicios globales… La tecnología se democratizó y escaló: tanto servicios globales como proyectos pequeños comenzaron a depender de una infraestructura digital accesible.
- Cambio en nuestra forma de vida y expectativas sociales: la Ley de Moore ha cambiado no sólo nuestra manera de trabajar o comunicarnos, sino la esencia de lo que entendemos por “estar conectado”, “ser productivo”, “acceder a la información”. Vivimos en un mundo acelerado, interconectado y dependiente.
En ese sentido, la Ley de Moore no es sólo una regla técnica: es una fuerza transformadora con alcance social, económico y cultural.
5. ¿Sigue vigente la Ley de Moore hoy? Límites, desafíos y nuevos horizontes
Tras casi seis décadas de cumplimiento relativamente fiel, la Ley de Moore está empezando a mostrar signos de agotamiento. Los motivos son obvios: acercarse a los límites físicos del silicio, costes crecientes, complejidad de producción, dificultades para seguir reduciendo el tamaño de los transistores. Como reconoció el propio Moore, y muchos expertos coinciden, ninguna ley exponencial puede mantenerse para siempre.
Por eso, la industria ya habla de estrategias como More than Moore: en lugar de seguir apilando transistores en el plano tradicional 2D, se exploran nuevas vías, como la integración tridimensional de circuitos (3D), apilamiento vertical, nuevos materiales, nuevos enfoques arquitectónicos…(https://www.itrs2.org/uploads/4/9/7/7/49775221/irc-itrs-mtm-v2_3.pdf). La siguiente imagen ilustra los principales campos de aplicación de los dispositivos More than Moore (MtM). En el centro se pueden ver diversos materiales MtM, y más hacia el exterior se pueden ver componentes MtM y dispositivos de usuario final para los cuatro campos de aplicación
Además, en un mundo cada vez más dependiente de datos, inteligencia artificial, computación en la nube y sistemas distribuidos, la potencia de los chips sigue siendo demandada, aunque quizás ya no con la misma pauta exponencial de antes. En ese contexto, muchas voces señalan que estamos en una encrucijada: o bien logramos extender la ley, o su equivalente moderno con nuevas técnicas, o bien el ritmo de innovación se desacelera, lo que implicaría repensar muchos modelos tecnológicos.
Aun admitiendo sus limitaciones, la Ley de Moore sigue siendo hoy un referente histórico y conceptual:
- Porque nos recuerda el increíble poder del crecimiento exponencial. Lo que parecía un exceso de optimismo en 1965 se tradujo en décadas de progreso real.
- Porque su influencia estructural sobre la industria y la economía ha sido enorme: establecerla como meta impulsó inversiones, innovación, competencia, aceleración técnica.
- Porque su legado va más allá del número de transistores: condicionó nuestra forma de concebir la tecnología, nuestras expectativas de mejora continua, y la forma en que organizamos el desarrollo digital.
- Porque, en muchos sentidos, sigue marcando el ritmo: aunque la duplicación exacta cada dos años sea hoy difícil, la ambición de mejorar potencia, eficiencia, reducir costes y empaquetar más funciones en menos espacio sigue alimentando la investigación y el progreso.
En definitiva: la Ley de Moore es hoy tan relevante como lo fue hace seis décadas, aunque esté mutando.
6. Conclusión
Pensar en la Ley de Moore como una simple predicción cumplida sería quedarse en la superficie. Su verdadero poder radica en haber catalizado una revolución tecnológica y social: moldeó la industria del silicio, definió el ritmo de la innovación, influyó en cómo concebimos la tecnología y, en última instancia, transformó la realidad de millones de personas. Aun cuando su versión clásica se agote, su espíritu —el impulso de mejorar, miniaturizar, abaratar, expandir— probablemente seguirá vivo en nuevas formas: integración 3D, nuevos materiales, arquitecturas híbridas, quizá tecnologías completamente distintas. Lo que empezó como una curiosa observación de laboratorio, se convirtió en una brújula para la transformación del mundo.
Pero si algo demuestran los años, es que ninguna predicción puede considerarse eterna. Habrá que estar atentos: la próxima gran “ley” tecnológica podría tener otros nombres, otros límites, otras reglas. Y, muy probablemente, una ambición igual de revolucionaria.