Una parte del contenido de este artículo está recogido en los Capítulos 2 y 8 de mi libro “El Radar en la historia del siglo XX. Una de las armas decisivas de la Segunda Guerra Mundial”
En un solo día, todos los cimientos del pensamiento naval habían dado un vuelco. El 6 de diciembre de 1941 el acorazado era el arma principal, el 8 de diciembre lo era el portaaviones. La supremacía del primero había sido una doctrina aceptada por todas las armadas, pero fue reemplazada de golpe en un solo día, el 7 de diciembre de 1941. El poder aéreo demostrado por los seis portaaviones japoneses en el ataque a la flota de EE. UU. en Pearl Harbor fue sencillamente demoledor.

Batalla de las Islas Santa Cruz, 26 de octubre de 1942: Tripulaciones de cubierta trabajando a bordo del portaaviones de la Armada estadounidense USS Enterprise (CV-6). En la imagen se han señalado las antenas de tres equipos radar: CXAM (alerta temprana), SG (ayuda a la navegación) y FD Mark 4 (guía de armas antiaéreas). El barco está fuertemente escorado a babor
1. La expansión japonesa por el suroeste del Pacífico
El año 1942 iba a ser testigo de la rápida evolución de un nuevo tipo de guerra marítima, cada vez más controlada por el radar, algo desconocido cuando se construyeron la mayoría de los portaaviones y ausente del pensamiento táctico durante el periodo de diseño de todos los que entonces existían. El vicealmirante Chuichi Nagumo, que dirigía la flota japonesa que había atacado Hawáii, estaba preocupado por la vulnerabilidad de sus portaaviones y se había opuesto a la misión por considerarla demasiado arriesgada. La fragilidad de los portaaviones era bastante evidente, ya que sus delgadas cubiertas se situaban justo encima de grandes cantidades de gasolina y explosivos y esto presagiaba una gran vulnerabilidad en un combate naval, aspecto que la Batalla de Midway puso de relieve con toda su crudeza.
No obstante, durante los cuatro meses siguientes al ataque a Pearl Harbor utilizó esos portaaviones en las diversas batallas que tuvieron lugar durante la expansión de Japón por el suroeste del Pacífico (Incursión en el Océano Índico, Batalla del mar de Java, Batalla del mar del Coral, etc.) y como resultado obtuvo una sucesión de victorias extraordinarias, logrando hundir a las flota combinada aliada cinco acorazados, un portaaviones, dos cruceros, siete destructores y un gran número de naves menores sin perder uno solo de sus preciados portaaviones.
La Fuerza de Ataque de Pearl Harbor regresó directamente a Japón, aunque dos portaaviones fueron enviados temporalmente para apoyar el segundo y exitoso intento de invasión de la isla de Wake del 21 al 23 de diciembre. Nagumo apoyó entonces las invasiones en el sudoeste del Pacífico, donde se encontraban los campos petrolíferos y diversos minerales y productos de Borneo y Java, vitales para sostener el esfuerzo bélico japonés. El mando combinado aliado, denominado Mando ABDA (“American-British-Dutch-Australian”, americano-británico-holandés-australiano), organizado apresuradamente, unió a las dispares fuerzas aliadas, pero no disponía ni del material ni del entrenamiento conjunto esencial para hacer frente a Japón. A finales de febrero de 1942, el vicealmirante Takeo Takagi se deshizo de la flota ABDA.
El siguiente objetivo de Nagumo era Ceilán y el control del golfo de Bengala para asegurar el flanco naval para la invasión de Birmania y abrir el camino a la India y a un posible enlace con los alemanes en Oriente Medio. Para contrarrestarlo, el Almirantazgo reunió una fuerza que parecía bastante fuerte sobre el papel: tres portaaviones, cinco acorazados y varios cruceros; pero los portaaviones tenían muy pocos aviones y eran inferiores a los japoneses, y los acorazados eran viejos y lentos. La acción terminó cuando los japoneses se marcharon tras hundir un portaaviones y dos cruceros pesados. Nagumo no había perdido ningún barco, pero por el contrario sufrió muchas bajas entre sus bien entrenados pilotos de los aviones embarcados, que resultarían mucho más difíciles de reemplazar que los aviones. En ninguna de estas acciones se utilizó el radar, algo que fue la tónica general en el bando japonés y una de las causas principales de su derrota en los años sucesivos..
Desde la segura perspectiva histórica que permite el tiempo, se puede decir que Japón comenzó la Guerra del Pacífico de forma desfavorable. El éxito que Japón obtuvo al principio enmascaraba errores mucho más duraderos. Su concentración en los acorazados en Pearl Harbor fue en parte una consecuencia de la ausencia de los portaaviones estadounidenses, pero su descuido de los parques de tanques de combustible y los astilleros de reparación fue el resultado de no haber apreciado plenamente la logística de la guerra naval moderna. De hecho, dejaron a la Marina estadounidense con la mayor parte de su capacidad de combate intacta, aunque esto apenas se apreció en su momento.
2. La importancia del radar naval después de Pearl Harbor
A partir de Pearl Harbor, los acorazados serían útiles en los combates que se avecinaban, pero los hipotéticos encuentros de grandes masas de buques de guerra que todos los planificadores de la guerra en el mar pronosticaban desde hacía tiempo no llegarían a producirse. En su lugar, surgieron fuerzas de tarea formadas por uno o más portaaviones como principal elemento de ataque, con la protección y el apoyo de cruceros, destructores, petroleros, buques de aprovisionamiento y de acorazados, en el caso de que estuvieran disponibles y fueran lo bastante rápidos para seguirles el ritmo. Los enemigos de la fuerza operativa eran los aviones y los submarinos. Los nuevos acorazados, como el USS Washington, serían muy apreciados, pero no solo por su tradicional potencia de fuego, sino por el enorme número de cañones de menor calibre que llevaban, debido sobre todo al radar de control de tiro FD de Bell Labs y a la espoleta de proximidad, que se convirtieron en estándar a partir de 1943.

Izquierda: la antena del radar de control de fuego antiaéreo FD Mark 4, montado sobre el sistema de dirección de fuego Mark 37,. Derecha: esquema interno del Mark 37, con los seis operarios que necesitaba. Este equipo recibió la denominación Type 285 en la armada británica

Interior del director de artillería antiaérea británico 285P, el equivalente británico del FD Mark 4 estadounidense
Los oficiales navales estadounidenses habían reconocido el valor del radar desde antes del comienzo de la guerra, lo que motivó la aparición del Centro de Información de Combate (CIC) para evaluar y actuar sobre la inteligencia proporcionada por el radar. En un principio, el CIC se instaló en los estrechos camarotes de los portaaviones, pero con el paso de los meses y los años se convirtió en un elaborado puesto de combate para el comandante.
2.1 La alerta temprana proporcionada por el radar
Cuando comenzó la Guerra del Pacífico, todos los portaaviones estadounidenses contaban con equipos de alerta aérea CXAM, el modelo de producción RCA del XAF probado en 1939. En servicio activo debía hacer todo lo que se esperaba de él, sino todo lo que se deseaba. Como equipo de alerta temprana era tan valioso en 1945 en su versión actualizada, el SK, como en 1939. Años después, cuando el radar parecía un terreno sólo para operar a frecuencias de microondas, los equipos de alerta aérea de longitudes de onda mayores permanecieron como un equipo muy útil de alerta temprana, al observar que el eco radar de un avión a reacción, sin hélices, motores radiales o radiadores, era sustancialmente menor para los radares de microondas que para los equipos anteriores, que trabajaban a frecuencias de 200 MHz.

Primer plano de la parte delantera de la isla del portaaviones USS Enterprise (CV-6) de la Marina estadounidense, tomado en Pearl Harbor, hacia marzo de 1942. Obsérvese la antena del radar CXAM en la parte superior del mástil
Si había muchos aviones en el aire en varias direcciones, el oficial de radar se convertía en un hombre muy ocupado. Había que trazar a mano cada avistamiento. El SK, la evolución mejorada del CXAM, que empezó a entrar en servicio a principios de 1943, tenía una antena giratoria y una pantalla PPI. Sin ordenadores, el buen uso de estos datos dependía de las habilidades casi intuitivas de los radaristas, y descuidar la observación de una parte del cielo podía significar ser cogido por sorpresa. No es de extrañar que los resultados fueran muy mejorables en la confusión de la batalla. Hay que tener en cuenta que el control de los cazas en un portaaviones era muy diferente del control en el sur de Inglaterra durante la Batalla de Inglaterra, ya que toda la actividad se concentraba a unos pocos kilómetros del barco en lugar de en cientos de kilómetros de tierra. Una cosa que el radar no podía hacer era reemplazar o incluso ayudar en gran medida a la importantísima tarea de reconocimiento. La localización temprana de los buques enemigos era la clave de la victoria en este nuevo tipo de batalla, y debía hacerse a distancias superiores al alcance de ataque de los bombarderos. El alcance máximo para la detección de buques de superficie por radar estaba determinado generalmente por la curvatura de la tierra, aunque las condiciones atmosféricas producían ocasionalmente alcances anómalamente largos al formar conductos de propagación. Además, mientras que los aviones podían ser detectados a 200 km de distancia, si se encontraban a una altura adecuada, los buques de superficie podían ser difíciles de observar a 15 km., a consecuencia de la curvatura de la tierra.
Todos los aviones embarcados en los portaaviones tenían un alcance mucho mayor que el radar. El reconocimiento lo realizaban los PBY Catalina estadounidenses y los hidroaviones Kawanishi H6K japoneses desde estaciones insulares, los aviones de portaaviones con combustible sustituido por bombas y torpedos, y los hidroaviones catapultados. Las dificultades del reconocimiento naval superaban a las del radar. Los aviones observadores a menudo no conocían su propia posición ni, por consiguiente, la de los buques avistados; por razones comprensibles, se acercaban con cautela a sus objetivos, lo que provocaba graves errores de identificación, transformando con frecuencia lo que veían en buques capitales.
Así se empezaría a desarrollar una nueva fase de la guerra en el Pacífico, en la que el radar cobraría cada vez más importancia, hasta convertirse en una herramienta clave de las victorias de los EE. UU. sobre Japón. Lo veremos en sucesivos artículos.