El radar en el cruce del Canal de la Mancha: “Operación Cerberus”

Durante los días 11, 12 y 13 de febrero de 1942, tres grandes buques de superficie de la Kriegsmarine (Scharnhorst, Gneisenau y Prinz Eugen) y sus escoltas, llevaron a cabo con éxito una de las maniobras más audaces y arriesgadas de la guerra en el mar: el paso del Canal de la Mancha, delante de las narices de la Royal Navy. Se denominó “Operación Cerberus”. Esta es la historia, en la que me detengo especialmente en el papel que jugó el radar de los implicados.

1. Prolegómenos

En marzo de 1941, los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau habían finalizado un exitoso crucero de los que en la jerga naval se denominan de “corsario”, destinado a hostigar las líneas de suministro de Gran Bretaña procedentes de América. Fruto de esta incursión, que se desarrolló entre diciembre de 1940 y marzo de 1941, lograron hundir 22 buques mercantes, totalizando cerca de 114.000 toneladas. A su finalización, se dirigieron a Brest para preparar su próxima salida. Inicialmente estaba planeado por el Alto Mando de la Kriegsmarine que se unieran al Bismarck y al Prinz Eugen, pero tras el hundimiento del Bismarck el 27 de mayo de 1941, el Prinz Eugen se refugió también en Brest sin haber hundido un solo mercante.

El Prinz Eugen fotografiado en 1946 antes de la Operación Encrucijada, donde sirvió de blanco en el test nuclear llevado a cabo en las Islas Bikini. Se aprecia en lo alto de su mástil principal la antena del radar Seetakt.

La presencia de estos buques en Brest significaba que los convoyes de suministros a Gran Bretaña tendrían que contar con escoltas de acorazados además de los buques ligeros para la defensa contra los submarinos; tres buques pesados en Brest sesgaban por completo las operaciones de toda la Royal Navy. Brest estaba al alcance de los bombarderos pesados británicos, y aunque la RAF nunca había incluido la destrucción de los buques de guerra en su misión, se suponía que eran capaces de hundirlos, de manera que el Mando de Bombarderos se vio obligado a intentar destruir los barcos de Brest a regañadientes, porque su misión prioritaria era ganar la guerra únicamente destruyendo Alemania, y cualquier desviación de este objetivo era mal vista.

A su vez, el contingente naval estacionado en Brest obligaba a la Luftwaffe a defender los barcos con un gran número de cazas y artillería antiaérea en un momento en que estos recursos eran muy necesarios en el frente ruso y en la defensa del Reich de los cada vez más numerosos ataques aéreos de la RAF. Así pues, los tres buques se convirtieron en un mal que distraía a la Kriegsmarine, la Royal Navy, el Mando de Bombarderos y la Luftwaffe.

Imagen aérea en la que se observan dos bombarderos Halifax atacando Brest el 18 de diciembre de 1941. El Scharnhorst y el Gneisenau están uno junto al otro en los muelles de la izquierda, camuflados y bajo una cortina de humo aún no generada del todo. El Prinz Eugen está amarrado en el muelle, arriba a la derecha, protegido por una red antisubmarina, también visible.

En esta maraña se metió Hitler, que suponía que los británicos tratarían de invadir pronto Noruega para asegurar la ruta septentrional a Murmansk y Arcángel y librarse de algunas molestas bases de submarinos, que consideraba, con razón, una amenaza mayor para su enemigo que los buques de Brest. Esto significaba que estos tres barcos debían ser enviados a Noruega para ayudar en su defensa, y si los expertos opinaban que era imposible ‒debido a los radares, entre otras cosas‒ regresar a Alemania por la ruta del norte, entonces debían volver por el Canal de la Mancha. Esto provocó inicialmente en los mandos de la Kriegsmarine un fuerte rechazo, alegando que no se podía hacer y que otra salida al Atlántico era el mejor uso que se podía dar a los barcos. Hitler hizo caso omiso y ordenó proceder a su evacuación a través del Canal. Al examinar el asunto en detalle, la Kriegsmarine comenzó a contemplar como factible una carrera por el Canal, que podría no ser tan temeraria como sus primeras reacciones habían considerado. Esto puso en marcha la “Operación Cerberus”, en la que estuvieron implicadas la Kriegsmarine y la Luftwaffe.

En el lado inglés del Canal de la Mancha, los mandos de la Royal Navy empezaron a llegar a conclusiones similares, ya que aunque los miles de bombas lanzadas sobre Brest habían causado pocos daños, tarde o temprano serían destruidos, por lo que la única opción de salvar los barcos que le quedaba a los alemanes era cruzar el Canal de la Mancha. Que valía la pena salvarlos era un pensamiento tan natural para las mentes británicas como para las de la Kriegsmarine. Sólo Hitler parecía haberse dado cuenta de que los acontecimientos habían convertido a los tres grandes buques en tres estorbos. Así, ambos bandos comenzaron a planificar la carrera por el Canal que comenzó a las 22.30 del 11 de febrero de 1942.

2. Se pone en marcha la “Operación Cerberus”

Los alemanes elaboraron un plan extremadamente detallado que preveía programar el movimiento de los buques al minuto, limpiar de minas la ruta prevista, utilizar el radar de los buques como ayuda a la navegación, interferir el radar británico, preparar una amplia cobertura de aviones de combate y un control central de todas estas actividades. Por su parte, el plan británico consistía en avisar a los altos mandos de que se esperaba que los buques intentaran el paso. Había comandantes independientes para las unidades de la Flota, el Arma Aérea de la Flota, la Defensa Costera del Ejército, el Mando Costero y el Mando de Bombarderos, todos ellos con responsabilidades en la lucha contra los buques, pero sin comunicación entre ellos. Inicialmente los británicos suponían que los alemanes optarían por pasar el estrecho de Dover por la noche, lo que significaba que tendrían que salir de Brest durante el día, algo que los alemanes decidieron no hacer por prudencia.

Recorrido de la flotilla alemana en la Operación Cerberus, con indicación de las diversas fases de la operación, detalladas en el texto

El radar ocupó un lugar destacado para ambos bandos en esta acción. El general Martini supervisó personalmente este aspecto en el bando alemán. La Kriegsmarine insistió en el completo silencio de radio, lo que implicaba no utilizar el radar de los buques. Esto les impidió utilizar sus radares Seetakt para obtener sus posiciones a partir de determinados accidentes geográficos de la costa atlántica francesa o balizas de radar. Dado que la disposición de las antenas de los Seetakt no permitía casi ninguna fuga de radiación y que sus haces directos difícilmente podrían haber sido recibidos en el lado inglés hasta cerca de Dover, ésta fue probablemente una limitación innecesaria y no muy útil, a pesar de lo cual, el convoy pudo navegar con éxito. En vez de usar sus radares navales los buques el convoy, las estaciones costeras alemanas debían localizar a los buques para comunicarles por radio sus posiciones. En la práctica, esto resultó difícil, debido a la escasa precisión direccional de los aparatos Seetakt situados en tierra.

Crucero Prinz Eugen (a la izquierda de la imagen) y destructor alemán escoltados por los cazabombarderos Messerchmitt Bf 110 en la “Operación Cerberus

 3. El radar británico entra en acción

Los radares británicos que Martini conocía eran los CD/CHL de 200 MHz situados a lo largo de toda la costa. Ningún radar costero podría observar a la escuadra salvo en las proximidades del estrecho de Dover, por lo que Martini instaló allí dispositivos de interferencia adaptados a la frecuencia del radar británico, comenzando con muy poca interferencia pero aumentándola ligeramente de día en día hasta que el nivel se consideró adecuado para enmascarar los reflejos de los buques. Martini desconocía que en la costa sur se habían instalado también nuevos radares de defensa costera NT 271 de 3 GHz, contra los que los alemanes no tenían contramedidas. A media mañana del 12 de febrero de 1942, dos de esas estaciones informaron de la presencia de una fuerza de grandes buques en la otra orilla del Canal que se movían mucho más rápido que un convoy normal. Fue la primera noticia del asunto que tuvieron los británicos.

La detección mediante radar más importante fue la que no existió. Se habían establecido patrullas para el Mando Costero en tres regiones de los alrededores de Brest con bombarderos Hudson equipados con el radar ASV Mark II. Estos aviones llevaban siete meses vigilando el puerto y sus procedimientos se habían vuelto laxos. Las patrullas no se solapaban y la rutina de observación no se interrumpía ni siquiera cuando había fallos en los equipos.

Lockheed Hudson del Mando Costero de la RAF. Las antenas del radar ASV Mark II son visibles en el morro y bajo las alas

El ASV Mark II era capaz de avistar submarinos en superficie y un gran buque habría sido el mayor objetivo que los operadores hubieran encontrado jamás, pero no estaban allí en el momento clave. En una demencial serie de fallos en los equipos ‒tanto en los aviones como en los radares‒, los buques alemanes pasaron por las regiones de patrulla sin que hubiera aviones en el aire. Martini no tomó ninguna medida para interferir estos aparatos, lo que resulta extraño dada la exigencia de que no se produjera ningún descubrimiento durante la travesía. Resulta especialmente desconcertante porque la capacidad de los ASV británicos se conocía desde el mes de mayo anterior y sin embargo los planes detallados no veían ningún problema en la posibilidad de que la vigilancia aérea dispusiera de radares.

Los cañones pesados de Dover, que iniciaron la acción británica, parecían impresionantes, pero su capacidad para seguir objetivos en movimiento era muy limitada y ninguno de sus numerosos disparos hizo blanco. A continuación, se produjo un ataque de seis torpederos bombarderos Swordfish, que fueron todos derribados. Después, una flotilla de seis destructores fue directamente tras los grandes buques acompañados por bombarderos torpederos Beaufort debidamente escoltados por Spitfires, de nuevo sin éxito.

Torpedero Bristol Beaufort. Las antenas del radar ASV Mark II son perfectamente visibles bajo el morro y las alas

A mediodía, la flota fue atacada por más de 200 bombarderos de diversos tipos, que después de entablar combate contra los cazas alemanes, poco menos de la mitad de los aparatos soltaron sus bombas que fueron a parar todas al agua, debido a que la escuadra fue cubierta por una espesa capa de niebla de 200 metros de altura.

Al caer la noche, la flotilla de los tres grandes cruceros tuvo que abrirse paso (con poco éxito) a través de campos minados. El Scharnhorst y el Gneisenau sufrieron daños al encontrarse con tres minas, pero en la madrugada del 13 de febrero de 1942, lograron alcanzar el puerto de Wilhelmshaven.

4. Epílogo

La retirada de la flota alemana de Brest simplificó enormemente las tareas en el Atlántico de la Royal Navy, por lo que Gran Bretaña salió de esta situación en una mejor posición estratégica, pero habiendo sufrido una gran derrota táctica y sobre todo, psicológica. Ocurrió justo en un momento crítico en el  teatro del Pacífico: hundimiento del Prince of Wales y del Repulse y la pérdida de Singapur. La reacción de la opinión pública y de los niveles inferiores del mando militar fue de furia, ya que se consideró una incompetencia similar a la demostrada en Pearl Harbor. Sin embargo, la investigación ordenada por Churchill encontró ¡todo en orden! y ningún oficial superior fue sancionado o relevado del mando.

Publicado por Ignacio Mártil de la Plaza

Soy Doctor en Física (1982) y Catedrático de Universidad (2007) en el área de Electrónica. Realizo mi actividad docente e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, de carácter marcadamente experimental, en el campo de la física de los semiconductores. Soy especialista en propiedades eléctricas y ópticas de estos materiales, así como en dispositivos electrónicos y opto-electrónicos basados en ellos, siendo mi principal objetivo en la actualidad el estudio de conceptos avanzados en células solares. Mi trabajo científico se concreta en los siguientes indicadores principales: soy co-autor de más de 160 artículos científicos publicados en revistas de alto impacto de ámbito internacional; he presentado más de 100 Ponencias en congresos internacionales; he participado y participo, como Investigador Principal o como miembro del equipo investigador, en 25 proyectos de investigación financiados con fondos públicos en concurrencia competitiva; he dirigido 7 Tesis Doctorales; finalmente, soy evaluador de publicaciones (“referee”) de 15 revistas científicas internacionales. Fuera del ámbito académico, tengo un blog personal de divulgación científica en el diario Público, (“Un poco de ciencia, por favor”); soy colaborador de El País, OpenMind, El Confidencial, El Periódico de la Energía, etc. En las Redes Sociales, tengo perfiles en Instagram, Twitter, YouTube y Facebook, en este último caso, con más de 775.000 seguidores.

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